martes, 9 de agosto de 2011

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''¿Qué es, pequeña? ¿Qué es lo que se te está escapando?''

Nunca, me dije, nunca más dejaré que se me manchen los sueños, todos al cajón del desastre.
Es que tampoco quiero que se aovillen con los calcetines sucios y las fotos maltrechas, con las caras de mis malos recuerdos que dejan atisbar cuernecillos de diablo y bigotes de charleston, y el rostro del amor de mi vida ya apenas esbozado en el papel amarillento.

''Que se me va, que no vuelve más, que se me va y la pierdo, joder... ¿No lo ves?''

El marco de mis cejas avivado en las entrañas de mi madre, la sorpresa del pulmón acuático cuando uno se sabe (de sobra) soñado y soñando.

Muerto en esa realidad alternativa, hoy soy fiambre en casa de Don Morfeo.



Pero entonces puedes besarle los labios. Puedes tocar su mano y se te eriza el vello, y te palpita el estómago, y se te sube el amor y se te vuelca la vida y se te muere el dolor y...

Y suena el despertador.

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