martes, 5 de octubre de 2010

¿Te cuento un cuento?


Y a Lindorm le gusta hablar de sí misma en tercera persona.

En el cuarto donde se desahoga follándose a su Ego, tiene piel empapelando la pared: piel arrancada a tiras de los cuerpos de aquellos imbéciles que han intentado rescatar a la inconsciente doncella de sus garras. A L. le gusta relamerse mientras observa a través de la mirilla de la puerta cuando tocan a rebato, cree que siempre tiene razón. Cree en sus medios. Cree ciegamente en sus fines.

Lindorm cree en se, sí, consigo, para ella, a costa de sangre, sudor, lágrimas, mentira y regocijo cobarde.

Lindorm se cree lo que se dice cada mañana.

Pero sé que lo ha pasado mal. Sé que ha tenido no pocas dificultades a lo largo de su octogenaria vida de dragón. Sé que nació sin alas, y que aún así intentó volar.
Sé más de lo que sabe que sé.

Pero sobre todo sé que, a pesar de dormir cada noche sobre el atesorado cadáver de su doncella, se echa de menos a sí misma, a sí misma y a sus casualidades, a sí misma y a su libertad de arrancar servidumbre de los brazos de algún caballero desprovisto de su espada, echa de menos sus jornadas de caza.

Lindorm se adormece y sueña con falsa belleza bañada en labios rojos, Lindorm cree que ama.

Lo que no sabe es que su corazón nunca ha llegado a latir.


Escribir implica allanar moradas, salpicar lectores con zumo de almas, escupir a los demás, y convierte al que escribe en un cobarde sin precedentes. Escribir lleva implícito admitir que te sientes un poquito poderosa, que te enorgullece una línea o una palabra malsonante bien puesta. Exige responsabilidad, aunque sea una responsabilidad encubierta. Escribir suele ser refugio de corazones que hacen aguas.

Yo me encumbro en la montaña de los cobardes, admito que soy un deshecho con aspiraciones de diosa. Lo admito encogiéndome de hombros, y sigo mi camino.


Hablar sólo sirve a dos putas causas: causar BIEN, o aplicar condena.


Usa el don de la palabra. Háblame tal y como te dicte el silencio apoplégico de ese Tumor torácico tuyo que llamas ''corazón''. Vamos, Lindorm. Dame motivos para reír. Dame otro segundo de ilusión, deja que muestre al mundo mi crueldad diabólica.
Hazme feliz, serpiente. MÉNTAME... otra vez.

Alimenta al Narciso que llevo en mí. Lleva tiempo a la sombra, su espejo roto, su música acallada.


Estoy dispuesta. Como y cuando quieras. Es más, te prometo una eternidad de ventaja... pero cuando bajes la guardia, te devolveré el golpe, y el mío será de gracia.



VEN A POR MÍ.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. se me borro el otro... ñe xD
    bueno en fin, sabes mi opinion ... y ahora lo mejor esq el caballero tiene una espada mucho mas afilada.

    ResponderEliminar

Vamos, escúpelo.