miércoles, 10 de octubre de 2012

poor little child

-No.
-Pero, ¿qué te pasa?
-Nada.

No pasa nada.


A veces me pregunto si disfruto con las torturas que yo misma me inflijo. En algún momento de la fiesta debí equivocarme y llenarme el vaso de alguien que se había puesto hasta el culo de culpa. Culpa, desidia y una raya bien larga. La última bien podría ser - con mayor frecuencia - menos metafórica.

En casos como el mío se suele aplicar la fórmula ''es el momento para que disfrutes'' o ''cáncer, señorita, es cáncer''. De nuevo, lo segundo es una metáfora. Al menos de momento.
Yo misma uso frases enlatadas para aconsejar. Si fuese mucho más sincera dando consejos, me habría quedado sin amigos o, como mínimo, gran parte de ellos habrían salido corriendo. Preferiblemente, en dirección a un barranco.

Tenebrismo. Es lo único que me apetece meterme en buenas dosis directamente al corazón, mientras mi cerebro se encarga de bloquear cualquier otro pensamiento para transformar lo que antes era teatro en un backstage repleto de putas. No es que esté harta, siendo sincera, disfruto como una tonta con la vida y me gusta el placer por el placer. Pero de billete empiezo a ir escasa, y el alcohol no se paga solo.

Así que he decidido poner en orden mi cabeza, priorizar y andar con los pies tocando el suelo.










Y empiezo a sospechar que es eso lo que me está dejando tan jodida.
Aunque siempre será mejor que mi yo de hace tres años.


¿No?




Con lo bien que me caía...

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Vamos, escúpelo.