viernes, 23 de marzo de 2012

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No sé, pero me parece que ya se nos viene todo encima, pequeña.

Huele el aire a cielo azul, y tú y tu vestido rojo me espantáis el sueño. La brisa siempre parece venir del portal de tu casa.

Tiene pinta de que abrirás los ojos y nos castigarán los Dioses, mi vida. Van a casarnos en el Olimpo para paliar tanto pecado.


Eres los dedos de Neptuno sobre el muslo de Proserpina.

La muñeca en el David.


Eres el solo de guitarra de Yellow Ledbetter y la letra anacrónica de los tratados de Da Vinci.
Eres Winckelmann cuando se emborrachaba y Picasso cuando se enfada.


Eres mi necesidad de volver a tocar tu piel. Eres mis ganas de empaparnos de sol y polvo de plaza. Cambiando de banco con las estaciones del año.



Eres el olor de la ropa limpia cuando hace calor.

Eres un cigarro después de un polvo. Eres unos labios constipados de fiebre de tanto amor y tus piernas de infinitamente piel.


Infinitamente te adoro.

La Zeta en mi abecedario vacío del resto de letras.



Cierra los ojos.
Años 30.
El bar de barra sucia.

El blues de fondo.

El Sputnik y Central Park.


Y tú. En el centro de todo.






Tu piel refracta oro.

Y tus ojos me sonríen en algún punto.


Infinitamente lejos.










Tú.

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